La respuesta de las personas a las imágenes de violencia de los medios de comunicación podría depender de su grado de agresividad, ya que el modo en que un individuo responde a su entorno depende del cerebro del observador.
El estudio contó con una muestra de 54 hombres que respondieron a un formulario; en función de sus respuestas, se dividieron en dos grupos: los que tenían rasgos agresivos (incluyendo antecedentes de agresiones físicas) y los que no tenían tendencias agresivas.
El primer día del estudio se realizaron resonancias magnéticas cerebrales mientras los individuos visualizaban una serie de escenas violentas, como tiroteos y peleas callejeras. En concreto, los investigadores midieron su actividad metabólica cerebral. También midieron la presión arterial cada 5 minutos y les preguntaron cómo se sentían cada 15 minutos. Al siguiente día, repitieron la prueba mientras los sujetos visualizaban escenas no violentas, sino emotivas, como podían ser personas respondiendo a un desastre natural. Al tercer día, escanearon el cerebro de los sujetos mientras no visualizaban imagen alguna.
El estudio reveló que cuando los hombres no estaban observando ninguna imagen, quienes tenían rasgos agresivos mostraban una actividad cerebral inusualmente alta en partes del cerebro que se sabe que no están activas cuando una persona no realiza ningún tipo de actividad. Sin embargo, cuando veían las escenas violentas, este grupo con rasgos agresivos presentaba una actividad cerebral menor en la corteza orbitofrontal en comparación con el grupo sin tendencias agresivas. Por ello, los autores piensan que los individuos con rasgos de agresividad tienen un mapa de funcionamiento cerebral distinto que los sujetos no agresivos.
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