A.E. Talpalar[REV NEUROL 2007;45:631-636]PMID: 18008270DOI: https://doi.org/10.33588/rn.4510.2007401OPEN ACCESS
Volumen 45 |
Número 10 |
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Fecha de publicación del artículo 16/11/2007
Introducción La presión, como la temperatura, es una variable termodinámica que afecta los estados de la materia. La alta presión es una característica medioambiental de las profundidades del mar, donde las presiones aumentan a razón de 0,1 MPa (1 atm) cada 10 m. Humanos expuestos a alta presión, generalmente buzos profesionales, sufren trastornos neurológicos proporcionales a esa exposición.
Desarrollo El sistema nervioso es uno de los tejidos más sensibles a los efectos de la presión. Su alteración, conocida como el síndrome neurológico de alta presión (SNAP), comienza a mostrar signos a unos 1,3 MPa (120 m) y se acentúa a profundidades mayores. El SNAP se manifiesta con temblores en las extremidades distales, náuseas y/o moderados trastornos psicomotores. Consecuencias más graves son temblores proximales, vómitos, hiperreflexia, somnolencia y compromiso cognitivo. Estadios graves del SNAP presentan fasciculaciones, mioclonos y, en casos extremos, psicosis, crisis convulsivas focalizadas o generalizadas. El SNAP muestra un electroencefalograma caracterizado por disminución de ondas de alta frecuencia (alfa y beta) e incremento de ondas lentas, modificaciones en potenciales evocados auditivos, visuales y somatosensoriales, disminución de conducción nerviosa y cambios en latencia de reflejos. Estudios en animales de experimentación demostraron que estos signos son progresivos y directamente dependientes de la presión. A nivel neuronal y de redes, el SNAP muestra depresión de transmisión sináptica y, paradójicamente, hiperexcitabilidad.