Para los que nos dedicamos a la docencia e investigación en el ámbito universitario, los inicios de cada curso académico son realmente especiales. Este año, sin duda, lo ha sido también, pero por otro motivo bien distinto. El pasado 4 de septiembre nos despertamos con la triste y dolorosa noticia del fallecimiento del profesor Juan Vicente Sánchez-Andrés, o Juanvi, como lo conocíamos todos.
Cuando me pidieron redactar unas palabras sobre él, me sentía totalmente bloqueado y asumiendo aún la pérdida del que fue mi director de tesis. Muchos de los que nos formamos a su lado y compartimos horas de laboratorio podríamos destacar cualquier aspecto de su curriculum. Desde su etapa predoctoral con los estudios sobre la etiología de la diabetes, hasta su etapa posdoctoral en uno de los mejores centros de investigación mundiales como es el National Institutes of Health (NIH) (Bethesda, EE. UU.), pasando por ser director médico de Viguera Editores y director científico asociado de esta revista. Podríamos incluso describir sus incursiones en ámbitos alejados de la ciencia básica, como sus inquietudes por la economía y sus intentos de realizar la traslación de la ciencia a la sociedad. Todo aquello que las universidades modernas intentan realizar hoy en día, Juanvi ya lo desarrollaba mucho antes.
Pero no es lo que me gustaría destacar del profesor Juan Vicente Sánchez-Andrés. Hoy en día cualquier buscador nos puede facilitar esta información y todo lo que se desee conocer de una persona. Lo que nunca nos podrá describir es su faceta humana. Juanvi era mucho más que un director de tesis al uso. Pronto lo descubrí cuando nos conocimos, ya que se desplazó hasta mi ciudad natal para contarme su proyecto de investigación. Sus horarios caóticos, sus idas y venidas al laboratorio, sus continuas llamadas telefónicas, hacían que tu agenda cambiara por momentos. Cuando llegaba el final de tu jornada laboral, aparecía por el laboratorio con ideas nuevas. Sin embargo, por muy agotados que estuviéramos, nos quedábamos a su lado, absortos, escuchando sus hipótesis sobre las oscilaciones o los mecanismos de la memoria en su querida célula beta pancreática. Si te veía alicaído porque ese día los experimentos no habían salido todo lo bien que uno esperaba, siempre encontraba las palabras adecuadas para animarte y seguir luchando. ‘La electrofisiología es cuestión de mucha paciencia’, decía. ¡Cuánta razón tenía! Juanvi era una persona con la que charlar, reír, compartir ideas, discutir de ciencia, política, religión, amistades, relaciones interpersonales… Nunca se terminaban los temas de debate. Para los que hemos tenido la inmensa suerte de conocerle y trabajar con él, sabemos que tuvimos a un amigo a nuestro lado.
Desgraciadamente, todo eso se esfumó un 4 de septiembre. No habrá cruce de correos a las tantas de la madrugada, ni intercambio de archivos con los últimos experimentos que había realizado (Juanvi seguía sentado delante de su sistema de registro electrofisiológico en su tiempo libre), ni tan siquiera el sonido de su voz al otro lado del teléfono (¡aún tenemos una conversación pendiente!).
Lo que perdurará en toda la gente que te rodeó son las ganas de luchar por convertir a esta sociedad en un mundo un poquito mejor. Parte de tus conocimientos los repartiste entre los privilegiados que tuvimos el placer de trabajar contigo. Sin duda, nos formaste en todos los aspectos de la vida, no sólo en el académico, sino principalmente en el personal. Nos llevamos tu pasión por la ciencia, tu lucha incansable y perseverancia para conseguir lo imposible, y tu forma de encarar las adversidades. Supiste reponerte a todos los obstáculos que surgieron en el camino, siempre con una sonrisa y con optimismo.
El tiempo pasará y nos sobrepondremos a su ausencia en las aulas y en los laboratorios, olvidando, poco a poco, la tristeza que nos ha supuesto su fallecimiento. Lo que no se podrá borrar nunca de nuestras mentes y de nuestros corazones son las ganas con las que afrontó la vida, contagiando ese vigor suyo a todo el mundo que le rodeaba. Al final, uno se lleva parte del que fue su mentor y lo asume como propio, como por ejemplo en estos momentos en los que escribo estas líneas, en el silencio de la noche, tal y como hacía Juanvi. La célula beta seguirá más viva que nunca en nuestros laboratorios.
Todos los que te conocimos en algún momento de nuestras vidas te echaremos muchísimo de menos. Que la terra et sigui lleu.
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