Original

Hipertensión intracraneal idiopática. Revisión de nuestra experiencia en los últimos ocho años (2016-2023)

M. Torres-Díaz, C. Cáceres-Marzal, M.D. Sardina-González, R. Real-Terrón [REV NEUROL 2024;79:89-93] PMID: 39007860 DOI: https://doi.org/10.33588/rn.7903.2024112 OPEN ACCESS
Volumen 79 | Número 03 | Nº de lecturas del artículo 2.451 | Nº de descargas del PDF 123 | Fecha de publicación del artículo 01/08/2024
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RESUMEN Artículo en español English version
Introducción La hipertensión intracraneal idiopática (HII), o hipertensión intracraneal benigna, es una enfermedad poco frecuente en la infancia. La presentación clínica en pacientes pediátricos puede ser muy variable, y es más inespecífica a menor edad.

Pacientes y métodos Se ha realizado un estudio descriptivo retrospectivo de los pacientes diagnosticados de HII en los últimos ocho años (2016-2023) en la consulta de neuropediatría de un hospital de tercer nivel. En el presente estudio se analizaron las características clinicoepidemiológicas y el procedimiento diagnosticoterapéutico llevado a cabo en cada caso.

Resultados Se estudió a 14 pacientes, de los cuales el 57% eran mujeres. La edad media en el momento del diagnóstico fue de 9 años, y la cefalea fue el motivo de consulta más habitual. En todos los pacientes se constató papiledema en el fondo de ojo y una prueba de neuroimagen sin alteraciones. Se llevó a cabo una tomografía de coherencia óptica en el 78,5% de la muestra, y >80% de los pacientes presentaba engrosamiento de la capa de fibras nerviosas retiniana. La totalidad de los pacientes presentaba una presión de apertura de líquido cefalorraquídeo elevada (> 25 cmH2O). El 57% de los pacientes precisó como tratamiento acetazolamida, un inhibidor de la anhidrasa carbónica. En todos los pacientes la resolución fue completa; sin embargo, casi el 30% de ellos presentó recurrencias durante el seguimiento.

Conclusiones En los últimos años se ha mostrado un aumento en la incidencia de esta entidad, y es fundamental un diagnóstico y un tratamiento precoces para evitar posibles secuelas irreversibles.
Palabras claveAcetazolamidaAgudeza visualCefaleaHipertensión intracranealLíquido cefalorraquídeoPapiledema CategoriasCefalea y MigrañaDolor
TEXTO COMPLETO (solo disponible en lengua castellana / Only available in Spanish)

Introducción


La hipertensión intracraneal idiopática (HII) o hipertensión intracraneal benigna es una entidad poco común en la infancia, que se caracteriza por la presencia de signos y síntomas producidos por el aumento de la presión intracraneal, en ausencia de anomalías estructurales en la neuroimagen o alteraciones en la composición del líquido cefalorraquídeo (LCR) [1].

La presión intracraneal es el resultado de un equilibrio mantenido entre los diferentes componentes del interior de la bóveda craneal (tejido cerebral, sangre y LCR). Una alteración en cualquiera de ellos puede producir un desequilibrio e instaurar mecanismos de compensación para mantener la presión intracraneal en el rango de la normalidad. Cuando se alcanza el límite de compensación, se produce un aumento de la presión ejercida por el LCR y se produce hipertensión intracraneal.

El diagnóstico de HII es de exclusión, por lo que ante su sospecha se deben realizar las pruebas complementarias necesarias para descartar otras causas secundarias [2]. Existen unos criterios que deben cumplirse para su diagnóstico definitivo, que son los criterios de Dandy-Smith modificados (Tabla I).

 

Tabla I. Criterios de Dandy-Smith modificados.

Criterios requeridos para el diagnóstico de HII

a) Papiledema

b) Examen neurológico normal (excepto papiledema y/o parálisis del VI PC)

c) Neuroimagen (RM cerebral con contraste) normal salvo por los signos indirectos de HII

d) Composición del LCR normal

e) Presión apertura del LCR elevada: >25 cmH2O en adultos/>28 cmH2O en niños >8 años no sedados ni obesos (si no, >25 cmH2O)/>20 cmH2O en niños <8 años.

Criterios diagnósticos de HII sin papiledema (5%)

Sin papiledema: debe cumplir criterios b-e) + parálisis uni/bilateral del VI PC

Sin papiledema, sin parálisis del VI PC: debe cumplir al menos tres de los siguientes criterios de neuroimagen (signos indirectos de HII):
  • Silla turca vacía
  • Aplanamiento de la cara posterior de los globos oculares
  • Aumento de los espacios periópticos con/sin tortuosidad nervio óptico
  • Estenosis del seno transverso

Diagnóstico definitivo de HII

Si se cumplen los criterios a-e)

Diagnóstico probable de HII

Si se cumplen los criterios a-d), pero la presión de apertura del LCR es menor de lo esperado

HII: hipertensión intracraneal idiopática; LCR: líquido cefalorraquídeo; PC: par craneal; RM: resonancia magnética.
 

 

El objetivo de este estudio es realizar un análisis descriptivo sobre la incidencia de esta enfermedad de los pacientes hospitalizados y/o que recibieron seguimiento en consulta de un hospital de tercer nivel, así como los datos epidemiológicos, la presentación clínica, el procedimiento diagnosticoterapéutico y la evolución que ha presentado cada uno de los pacientes.
 

Pacientes y métodos


Se ha realizado un estudio descriptivo retrospectivo, analizando las historias clínicas de los pacientes diagnosticados de HII en los últimos ocho años, desde enero de 2016 hasta diciembre de 2023, en la consulta de neuropediatría de un hospital de tercer nivel.

En el presente estudio se analizaron las siguientes variables en relación con la HII: datos epidemiológicos (edad en el momento del diagnóstico y sexo), manifestaciones clínicas en el momento del inicio, antecedentes personales de interés –obesidad, lupus, tratamiento con hormona del crecimiento (GH), insuficiencia suprarrenal, hipoparatiroidismo…–, toma de medicación habitual, presión de apertura del LCR (consideramos patológica una presión de apertura >25 cmH2O en niños ≥8 años y >20 cmH2O en <8 años; eran precisos valores >28 cmH2O en caso de sedación u obesidad) [3]. Otros datos estudiados han sido pruebas de imagen realizadas, valoración por oftalmología (para descartar un edema de papila y/o una tomografía coherencia óptica patológica), estudio etiológico, evolución clínica y necesidad de tratamiento específico.
 

Resultados


En los últimos ocho años se obtuvo un total de 14 pacientes en edad pediátrica, media de edad de 9,14 años (3-13 años), con un predominio de mujeres (57,2%).

En cuanto a los antecedentes personales, la mayoría no presentaba antecedentes de interés. Todos ellos referían un desarrollo psicomotor acorde a su edad y tan sólo el 21,4% de la muestra presentaba obesidad. Otros antecedentes asociados han sido tratamiento corticoide prolongado (desencadenada al inicio de la pauta de descenso del tratamiento), tratamiento con GH por talla baja, etc. No se han encontrado enfermedades autoinmunitarias ni anomalías venosas cerebrales y, como hallazgo causal, se ha evidenciado malformación de Arnold-Chiari en uno de los pacientes.

El motivo de consulta principal fue una cefalea subaguda, presente en el 71,4% de los casos, de características opresivas sin sonofobia ni fotofobia acompañante en la mayoría de ellos. Otros motivos de consulta fueron edema de papila, evidenciado de forma casual en una exploración oftalmológica rutinaria (28,5%), y disminución de la agudeza visual (21,4%).

La exploración física en todos los casos fue normal, salvo en uno de ellos que presentaba paresia del VI par craneal derecho.

En todos los pacientes de nuestra muestra se realizó una punción lumbar (previo consentimiento informado) y una prueba de neuroimagen.

La citoquímica del LCR fue normal en todos los casos, y la presión de apertura del LCR, elevada (el 71,42% tenía ≥8 años y una presión de apertura >25 cmH2O, y el 28,58% restante, <8 años con una presión de apertura >20 cmH2O). En los pacientes con obesidad se confirmó una presión de apertura del LCR >28 cmH2O. Las cifras obtenidas fueron >50 cmH2O en el 43% de los casos y >20 cmH2O en el 57% restante.

Todos nuestros pacientes presentaban edema de papila bilateral en el fondo de ojo y en todos ellos se realizó una prueba de neuroimagen –en el 71% de los casos se realizó tanto una resonancia magnética cerebral como una tomografía computarizada de cráneo; y en el 29% restante, únicamente una tomografía computarizada craneal–. En el 71,4% de los pacientes no se evidenció patología, un paciente presentaba malformación de Arnold-Chiari I y los tres pacientes restantes mostraron hallazgos inespecíficos (pequeño cavernoma, sinusitis maxilar y otomastoiditis bilateral). En un caso se solicitó también una angiotomografía computarizada cerebral, que fue normal.

Otras pruebas complementarias solicitadas fueron un electroencefalograma y una tomografía de coherencia óptica, que se llevó a cabo en 11/14 pacientes y fue patológica en nueve de ellos. El principal hallazgo fue un aumento del grosor de las capas de fibras nerviosas.

En todos los casos se ha realizado un estudio analítico completo, con hemograma, bioquímica y coagulación, además de perfil férrico, hormonas tiroideas, autoinmunidad y serologías infecciosas (entre ellas Chlamydia pneumoniae, Mycoplasma pneumoniae, citomegalovirus y virus de Epstein-Barr), así como la determinación de los niveles de vitamina A y D.

Tras la primera punción lumbar, los síntomas se aliviaron en un 71,4% de los casos (a las 24-30 horas mejoró sustancialmente la cefalea, y a los pocos días, la agudeza visual); sin embargo, cuatro pacientes requirieron varias punciones evacuadoras. Tan sólo uno de ellos presentó una evolución tórpida. A los 40 días precisó una válvula de derivación ventriculoperitoneal con mejoría inicial, y permaneció asintomático con una resonancia magnética cerebral aparentemente normal y sin secuelas visuales (campimetría visual normal). Un año después, reapareció la cefalea de predominio posterior de intensidad moderada, sin vómitos y con sensación de visión borrosa. Se repitió la resonancia magnética cerebral y se evidenció una malformación de Arnold-Chiari y una leve siringomielia cervical alta, que podrían justificar el cuadro clínico, y se decidió una intervención quirúrgica.

El tratamiento recibido en el 57% de los casos fue médico con un inhibidor de la anhidrasa carbónica (acetazolamida a 15-25 mg/kg/día), y fue preciso añadir corticoterapia o furosemida en dos de ellos. En el 36% restante, la clínica se autolimitó espontáneamente. Cabe destacar que un caso presentó evolución favorable tras la retirada del tratamiento con GH.

En todos los pacientes la resolución fue completa, con desaparición del papiledema sin necesidad de instaurar tratamiento de mantenimiento; sin embargo, sí se observaron recurrencias en cuatro de ellos al cabo de 15-20 días.

En la tabla II se recogen los datos recogidos de nuestros pacientes.

 

Tabla II. Datos recogidos de los pacientes.

Paciente

Edad

Sexo

Motivo de consulta

Antecedentes personales

Presión del LCR

Prueba de imagen

Edema de papila

TCO

Evolución

Tratamiento

Etiología

1

≥10 años

Femenino

Edema de papila

Obesidad

>50 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

Acetazolamida

Obesidad

2

≥10 años

Femenino

Cefalea

Sin interés

>50 cmH2O

Normal


Patológica

Recurrente

Acetazolamida

Idiopática

3

5-10 años

Masculino

Cefalea

Sin interés

30-50 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

No precisa

Idiopática

4

≥10 años

Masculino

Cefalea

Malformación de Arnold-Chiari

30-50 cmH2O

Patológica (Arnold-Chiari)


Patológica

Recurrente

Acetazolamida y otros

Idiopática

5

<5 años

Femenino

Disminución de la agudeza visual

Sin interés

>50 cmH2O

Normal


No realizada

Buena

No precisa

Chlamydia

6

≥10 años

Masculino

Disminución de la agudeza visual

Obesidad

<30 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

Acetazolamida

Obesidad

7

≥10 años

Masculino

Edema de papila

Obesidad

30-50 cmH2O

Normal


Normal

Buena

Acetazolamida

Obesidad

8

5-10 años

Femenino

Cefalea

Epilepsia

>50 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

Acetazolamida

Idiopática

9

≥10 años

Masculino

Disminución de la agudeza visual

Sin interés

30-50 cmH2O

Normal


Normal

Recurrente

Acetazolamida

Idiopática

10

5-10 años

Femenino

Cefalea

Tratamiento corticoide prolongado

30-50 cmH2O

Normal


No realizada

Recurrente

Acetazolamida y otros

Obesidad

11

≥10 años

Femenino

Edema de papila

HTA

30-50 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

No precisa

Obesidad

12

5-10 años

Femenino

Edema de papila

Talla baja en el tratamientos con GH

> 50 cmH2O

Normal


No realizada

Buena

Otro

GH

13

5-10 años

Femenino

Cefalea

Sin interés

> 50 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

No precisa

Chlamydia

14

≥10 años

Masculino

Cefalea

Tratamiento corticoide prolongado

< 30 cmH2O

Normal


Patológica

Buena

No precisa

Tratamiento corticoide


GH: hormona del crecimiento; HTA: hipertensión arterial; LCR: líquido cefalorraquídeo; TCO: tomografía de coherencia óptica.
 

 

Discusión


La HII es una entidad rara que predomina en mujeres con sobrepeso en edad reproductiva. Su incidencia en la edad pediátrica es desconocida, aunque se estima en torno a 1-2/100.000 pacientes. En nuestro estudio no hay una clara prevalencia en mujeres (el 57,2% de la muestra) y tan sólo se ha podido demostrar el antecedente de obesidad en un 20% del total.

El mecanismo de producción es desconocido, si bien una de las hipótesis es que se deba a alteraciones en la dinámica del LCR (aumento de producción, disminución de drenaje en granulaciones aracnoideas…). Un pequeño porcentaje puede deberse a alteraciones endocrinometabólicas, enfermedades infecciosas (dos de nuestros pacientes presentaban inmunoglobulina M positiva para Chlamydia), afectaciones sistémicas o secundarias al consumo de fármacos o supresión de ellos, corticoides (dos pacientes de nuestra muestra) y GH (administrada en uno de los pacientes de nuestra serie). 

La forma clásica de presentación suele ser la cefalea, más intensa al despertar y acompañada en ocasiones de náuseas o vómitos, cervicalgia o alteraciones visuales [4]. En nuestra muestra, la cefalea también ha sido el motivo de consulta más frecuente. Algunos pacientes pueden estar asintomáticos y diagnosticarse tras detectar en una revisión oftalmológica papiledema en el fondo de ojo (el 28,5% en nuestra serie) o disminución de la agudeza visual (21,4%). 

El diagnóstico de HII es de exclusión, por lo que, ante su sospecha, se deben realizar pruebas complementarias para descartar otras causas secundarias. Debe realizarse una valoración oftalmológica, en la que el hallazgo más específico es la presencia de papiledema (bilateral habitualmente), que es el principal predictor de pérdida visual. Cabe destacar la importancia de realizar una tomografía de coherencia óptica para monitorizar tanto la progresión de la enfermedad como la eficacia del tratamiento [5]. Otro hallazgo que podemos encontrar es la parálisis del VI par craneal, que estuvo presente en uno de los pacientes de nuestra muestra.

En cuanto a las pruebas de neuroimagen, se considera de elección la resonancia magnética cerebral [6] (realizada en el 71% de nuestra serie), que debe ser normal en la HII. Se recomienda realizarla con estudio de senos venosos y, además, se debe emplear contraste intravenoso si se sospecha trombosis de éstos. Los hallazgos habituales de hipertensión intracraneal son la disminución del tamaño ventricular, la presencia de silla turca vacía, el incremento del espacio subaracnoideo, la distención del espacio perióptico, etc.

A través de la punción lumbar estudiaremos tanto la composición del LCR (que debe ser normal en la HII) como la medición de la presión de su salida. En el caso de lactantes, al presentar la fontanela abierta, no hay consenso unánime sobre la cifra de presión intracraneal que se considera normal [7].

Los principales objetivos del tratamiento son disminuir la presión intracraneal, mejorar la sintomatología y prevenir la principal complicación de estos pacientes, el deterioro visual por atrofia del  nervio óptico.

En los pacientes con sobrepeso u obesidad es importante incidir en la pérdida de peso, junto con una dieta restrictiva en sodio. En el paciente de nuestra muestra en el que la HII se asociaba al tratamiento con GH, se suspendió el tratamiento con resolución completa de la clínica.

El tratamiento médico de primera línea utilizado en la población pediátrica es la acetazolamida, un inhibidor de la anhidrasa carbónica que disminuye la producción de LCR. Otras alternativas terapéuticas son el topiramato (más utilizado en población adulta) o la furosemida, asociados o no a acetazolamida. En ocasiones, si en el momento del diagnóstico la afectación visual es grave, pueden utilizarse ciclos cortos de prednisona o metilprednisolona, sin olvidar que tanto el tratamiento prolongado con corticoides como su retirada brusca puede favorecer el desarrollo de HII. En nuestra serie, en el 36% de los casos, la clínica se autolimitó, sin precisar ningún tipo de tratamiento; sin embargo, en el 57% de los casos se instauró tratamiento con acetazolamida con buena respuesta (en tres casos ha sido preciso añadir furosemida, y en un paciente, un ciclo corto de corticoterapia).

Como última opción terapéutica, está descrita la fenestración de la vaina del nervio óptico o la colocación de válvulas de derivación ventriculoperitoneal, pero dichas técnicas se reservan para los casos de persistencia de la clínica a pesar del tratamiento médico o si el deterioro visual es rápido. La realización de punciones lumbares evacuadoras seriadas está desaconsejada en los últimos estudios.

El pronóstico suele ser favorable, si bien no podemos olvidar que hay casos de HII fulminante con evolución tórpida y que suelen presentar un deterioro de la agudeza visual rápidamente progresivo desde el inicio del cuadro que precisan un abordaje terapéutico inmediato y más agresivo. Lo habitual suele ser que la cefalea y la diplopía mejoren a los pocos días, aunque es preciso un seguimiento oftalmológico estrecho. El papiledema es el predictor más importante de pérdida de visión en estos pacientes [8], que puede tardar en resolverse 4-5 meses. En los tres años posteriores al diagnóstico se describe en la bibliografía un 20% de recaídas (en nuestra muestra, un 28,6%, que, tal y como hemos descrito, precisaron punción lumbar y/u otros tratamientos).
 

Conclusiones


La HII en la edad pediátrica es una enfermedad poco frecuente; sin embargo, se ha descrito un aumento de la incidencia en los últimos años. 

Es fundamental un diagnóstico y un tratamiento precoces para evitar posibles secuelas irreversibles, y destaca la importancia del seguimiento multidisciplinar y coordinado entre neuropediatras, oftalmólogos y neurocirujanos. No debemos olvidar que se trata de un diagnóstico de exclusión, de ahí la necesidad de orientar las pruebas complementarias que han de realizarse, y es de vital importancia la valoración del fondo de ojo y la realización de la tomografía de coherencia óptica para valorar la eficacia del tratamiento.

 

Bibliografía
 


 1. Felipe-Rucián A, del Toro-Riera M. Hipertensión intracraneal en pediatría. Protoc Diagn Ter Pediatr 2022; 1: 135-44.

 2. Monge-Galindo L, Fernando-Martínez R, Fuertes-Rodrigo C, Fustero-de Miguel D, Pueyo-Royo V, García-Iñiguez JP, et al. Hipertensión intracraneal idiopática: experiencia en 25 años y protocolo de actuación. An Pediatr (Barc) 2017; 87: 78-86.

 3. Labella-Álvarez F, Fernández-Ramos JA, Camino-León R, Ibarra-de la Rosa E, López-Laso E. Síndrome de pseudotumor cerebri en la población pediátrica: características clínicas, tratamiento y pronóstico. Neurologia 2024; 39: 105-16.

 4. Álvarez-Casaño M, Calvo-Medina R, Martínez-Antón J. Hipertensión intracraneal idiopática: casuística y revisión de la bibliografía. Rev Pediatr Aten Primaria 2019; 21: 15-20.

 5. Aylward SC, Way AL. Pediatric intracranial hypertension: a current literature review. Curr Pain Headache Rep 2018; 22: 14.

 6. Wall M, Corbett JJ. Revised diagnostic criteria for the pseudotumor cerebri syndrome in adults and children. Neurolog 2014; 83: 198-9.

 7. Monge-Galindo L, Pérez-Delgado R, López-Pisón J, Olloqui-Escalona A, García-Iñiguez JP, Ruiz del Olmo-Izuzquiza I, et al. Hipertensión intracraneal benigna. Experiencia en 18 años. An Pediatr (Barc) 2009; 71: 400-6.

 8. Mosquera-Gorostidi A, Iridoy-Zulet M, Azcona-Ganuza G. Seudotumor cerebri en niños: etiología, características clínicas y evolución. Neurologia 2019; 34: 89-97.

 

Idiopathic intracranial hypertension. Review of our experience in the last eight years (2016-2023)


Introduction. Idiopathic intracranial hypertension (IIH) or benign intracranial hypertension is a rare disease in childhood. The clinical presentation in pediatric patients can be very variable, being more unespecific in younger patients.

Patients and methods. A retrospective descriptive study was carried out on patients diagnosed of IIH in the last eight years (2016-2023) in the neuropediatrics unit of a tertiary hospital. In the present study, the clinical-epidemiological characteristics and the diagnostic-therapeutic procedure carried out in each case were analyzed.

Results. We studied 14 patients, 57% were women. The average age at diagnosis was 9 years, headache was the most common reason for consultation. In all patients, papilledema was found in the fundus and neuroimaging didn´t find alterations. Optical coherence tomography has been carried out in 78.5% of the sample, > 80% of patients showed thickening of the retinal nerve fiber layer. All patients had a high cerebrospinal fluid opening pressure (>25 cmH2O). 57% of patients required treatment with acetazolamide, a carbonic anhydrase inhibito. In all patients the resolution was complete, however almost 30% of them have presented recurrences during follow-up.

Conclusions. In recent years there has been an increase in the incidence of this entity, making early diagnosis and treatment essential to avoid possible irreversible damage.

Key words. Acetazolamide. Cerebrospinal fluid. Headache. Intracranial hypertension. Papilledema. Visual acuity.
 

 

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