Un reciente estudio ha encontrado que los niños cuya madre se ha expuesto con frecuencia a sustancias disolventes en el lugar de trabajo parecen tener un mayor riesgo de padecer trastornos del espectro autista (TEA).
Los investigadores analizaron la información personal, de salud y de antecedentes laborales de los padres de 537 niños con TEA y 414 niños con desarrollo normal. Ello incluyó examinar la exposición de los progenitores a 16 sustancias en el lugar de trabajo o a otras sustancias vinculadas con anomalías neurológicas o congénitas, desde los tres meses previos al embarazo hasta el nacimiento del niño. Los agentes incluían fármacos, metales, pesticidas, anestésicos, asfalto, plásticos, radiación, desinfectantes, disolventes para pinturas, desengrasantes...
Las madres de los niños con TEA tuvieron una exposición más frecuente a disolventes que las madres de niños con desarrollo típico. En general, las primeras eran 1,5 veces más propensas a tener un hijo con TEA (IC 95%: 1,01-2,23). La exposición a largo plazo a niveles moderados de disolventes se asoció con un riesgo 1,85 veces mayor (IC 95%: 1,09-3,15) de tener un hijo con autismo.
La exposición a otros agentes en el lugar de trabajo no se asoció con un aumento en el riesgo de tener un hijo con TEA, ni siquiera cuando se combinaron las exposiciones de ambos progenitores.
Según los autores, aunque es bien sabido que muchos de estos disolventes dañan al cerebro y al sistema nervioso, no se ha determinado el mecanismo preciso por el cual la exposición parental podría resultar en un TEA.
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