Desarrollo La formación de adultos tiene sus raíces conceptuales en la noción de ‘andragogía’ y se diferencia de la pedagogía en múltiples aspectos, el más relevante de los cuales es la autonomía en la selección de lo que se quiere aprender y en la forma y momento en que se hace, y generalmente ocurre en el lugar de trabajo. El profesional debe aprender en todo momento a lo largo de su vida, como una manera de mantener actualizada su competencia. Y en este punto entronca con lo que hoy en día se denomina desarrollo profesional continuo, en un intento de ensanchar los límites tradicionales de la formación médica continuada. Ésta, por su parte, debe diferenciarse claramente de la formación reglada, que permite obtener titulaciones exigibles y con frecuencia surge al compás de las necesidades cambiantes del momento. Por ello, debe huirse de su institucionalización y mantener su carácter oportunista, como elemento genuino.