Original

Consanguinidad y enfermedad mental grave en los primeros Borbones españoles

A. Royuela-Rico [REV NEUROL 2020;71:61-68] PMID: 32627161 DOI: https://doi.org/10.33588/rn.7102.2019508 OPEN ACCESS
Volumen 71 | Número 02 | Nº de lecturas del artículo 49.552 | Nº de descargas del PDF 256 | Fecha de publicación del artículo 16/07/2020
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RESUMEN Artículo en español English version
Introducción Se discute si la consanguinidad es un factor de riesgo para sufrir trastorno bipolar o esquizofrenia. Los árboles genealógicos de las casas reales son una oportunidad para estudiarlo. Felipe V posiblemente sufrió un trastorno mental grave, como también su hijo Fernando VI. Sin embargo, Carlos III, también hijo de Felipe V, pero fruto de otro matrimonio, aparentemente no. Se mantiene la hipótesis de que la consanguinidad podría haber sido un factor de riesgo para ello.

Sujetos y métodos Se analizan las biografías de estos tres reyes para detectar si sufrieron algún trastorno mental de acuerdo con el DSM-5 y la CIE-11. Se estudia su coeficiente de consanguinidad mediante el programa PedPro con una base de datos de 25.776 individuos.

Resultados Felipe V y Fernando VI podrían haber sido diagnosticados de trastorno bipolar, mientras que Carlos III podría haberlo sido de un leve trastorno de la personalidad. Felipe V y Fernando VI tenían un coeficiente de consanguinidad elevado (0,091109 y 0,095023, respectivamente), mientras que en Carlos III era sólo de 0,038264. El coeficiente de los dos primeros es mayor que el de los hijos de primos hermanos (0,0625).

Conclusiones Felipe V y Fernando VI sufrieron un trastorno bipolar. El análisis de los árboles genéticos mediante el coeficiente de consanguinidad es una valiosa herramienta para el estudio de la heredabilidad del trastorno bipolar. La endogamia acumula alelos patógenos y el riesgo de sufrirlo. En estos sujetos, la alta consanguinidad fue un importante factor etiopatogénico de la enfermedad que sufrieron. Una elevada consanguinidad supone un factor de riesgo de sufrir trastorno bipolar.
Palabras claveCoeficiente de consanguinidadDinastía BorbónEndogamiaHistoriaTrastorno bipolarTrastorno mental grave CategoriasNeuropsiquiatría
TEXTO COMPLETO (solo disponible en lengua castellana / Only available in Spanish)

Introducción


La consanguinidad es la relación de parentesco entre dos individuos que comparten ancestros comunes. Se obtiene matemáticamente a través del árbol genealógico o por técnicas de genética molecular. El estudio del árbol genealógico se expresa por el coeficiente de consanguinidad (K), o probabilidad de que los dos alelos de un gen en un individuo sean idénticos por descendencia, que se calcula mediante la fórmula de Wright: K = Σ (1/2)i (1 + FAC) [1]. El otro método son los runs of homozygosity (ROH), que podría traducirse como ‘tiras de homocigosis’, regiones del genoma en las cuales las copias heredadas de cada padre son idénticas [2].

La consanguinidad podría ser un factor de riesgo para enfermedades complejas de comienzo tardío, como la enfermedad coronaria cardíaca, el ictus, el cáncer, el asma, la gota y la úlcera péptica [3], o trastornos mentales, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el trastorno depresivo mayor y la discapacidad intelectual [3-5]. Sin embargo, existen datos contradictorios acerca de la esquizofrenia y del trastorno bipolar: en los estudios realizados a través del K [3,6,7], así como alguno mediante ROH [8], una alta consanguinidad sería un factor de riesgo, pero en otros mediante ROH, esta asociación no aparece [9,10].

El estudio de las dinastías reales europeas es muy útil para el análisis de la consanguinidad en humanos [11]. La dinastía de los Austria o Habsburgo ha sido la más estudiada [11,12], de forma que el alto grado de consanguinidad (K = 0,254) de Carlos II, el último rey Austria de España, podría haberle causado una deficiencia hormonal pituitaria combinada y una acidosis tubular renal distal [12].

Carlos II murió sin hijos en 1700 y le sucedió Felipe V, el primer rey de la dinastía Borbón. A lo largo de su vida dio muestras de padecer un trastorno mental, posiblemente un trastorno bipolar [13,14]. Se casó primero con María Luisa de Saboya, con quien tuvo cuatro hijos, y luego con Isabel de Farnesio, con quien tuvo siete. Tres de sus hijos le sucedieron en el trono: Luis I (1707-1724), sólo durante 8 meses (murió de viruela a los 17 años); Fernando VI (1713-1759), quien también pudo sufrir un trastorno mental grave; y Carlos III (1716-1788), aparentemente sano. Los dos primeros eran hijos de María Luisa de Saboya, y el tercero, de Isabel de Farnesio.

Por tanto, es posible que un mayor grado de consanguinidad hubiera sido un factor de riesgo para que Felipe V y Fernando VI sufrieran una enfermedad mental grave, pero no Carlos III.

El objetivo del estudio es determinar si la consanguinidad supone un factor de riesgo para sufrir una enfermedad mental grave.
 

Sujetos y métodos


Se revisaron distintas fuentes históricas primarias y secundarias sobre los tres reyes, y se les diagnosticó mediante los criterios del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (DSM-5) [15], y de la Clasificación Internacional de Enfermedades, undécima revisión (CIE-11) [16].

Con el programa PedPro [17], se realizó una base de datos de sus ancestros y de su relación genealógica. El programa calcula el K de cada individuo. En el momento de elaboración del presente trabajo se tiene un registro de 25.776 individuos, ancestros de los sujetos estudiados y de otros miembros de familias reales también afectos de enfermedad mental, como Jorge III del Reino Unido o Luis II de Baviera. Se registraron un mínimo de ocho generaciones, y se llegó hasta 24 en algún caso.
 

Resultados


Felipe V


Felipe V de Borbón nació el 19 de diciembre de 1683 en Versalles, y era el segundo hijo de Luis de Francia (hijo a su vez de Luis XIV de Francia) y de María Ana de Baviera (quizás afecta de un trastorno mental). Fue un niño retraído, indeciso, con ‘una exagerada falta de confianza en sí mismo’, y ‘lento de palabra’ [18]. Quedó huérfano de madre a la edad de 7 años.

Al morir Carlos II en noviembre de 1700, fue designado testamentariamente rey de España, lo que no fue aceptado por Austria, el Sacro Imperio Romano-Germánico, Prusia, Hannover, Gran Bretaña, Holanda y Portugal. Esto desencadenó la Guerra de Sucesión de España (1701-1714), que enfrentó a partidarios de Felipe V contra los del otro pretendiente al trono, el archiduque Carlos de Austria. Dentro de España, en líneas generales, fueron partidarios borbónicos los antiguos reinos de Castilla y Navarra, mientras que el de Aragón lo fue del candidato Austria. Fue una guerra de ámbito internacional y una guerra civil en España.

Llegó a España en enero de 1701, y en abril sufrió un primer episodio depresivo. ‘Se le veía salir normalmente del consejo para ir a tirarse a un sillón [...] se abandonaba sin lucha a los movimientos de su alma. Algunas palabras de pena escapadas de su pecho oprimido, un torrente de lágrimas salía de sus ojos, sin motivo aparente...’. Escuchaba las reuniones del gobierno detrás de una cortina, dormía de día y se acostaba de madrugada [13], distorsión del ritmo vigilia-sueño que presentará en episodios posteriores.

Contrajo matrimonio con María Luisa de Saboya en noviembre de 1701. En las primeras semanas tras la boda desarrolló una gran actividad sexual, que podría tratarse de hipomanía.

En la primavera de 1702, al llegar a Nápoles, escribió: ‘sufro vapores, que no dejan que os escriba’. Presentaba bajo estado de ánimo, aislamiento y dolores de cabeza, que le incapacitaban para hacer una vida activa. Esta indisposición podía durar varios días y sólo afectaba a su condición mental y psicológica, y no a su salud física. Recayó en Milán en junio de 1702: se aislaba, se sentía a punto de morir y como si su cabeza estuviera vacía o fuera a caérsele [13]. En ese verano tuvieron lugar las primeras batallas de la Guerra de Sucesión española: Santa Vittoria y Luzzara, en las que se mostró hiperactivo y temerario, por lo que se le llamó ‘el Animoso’ [13]. Quizás esto correspondiera a otra fase hipomaníaca.

En 1708 temió ser envenenado mediante una de sus camisas. A lo largo de su vida, esta idea de carácter delirante reapareció en varias ocasiones [13].

En la batalla de Almenara (27 de julio de 1710), su temeridad obligó a que hubiera de ser rescatado por la caballería borbónica. Fue derrotado y tuvo que retroceder hasta Zaragoza. Allí hubo una nueva batalla el 20 de agosto, en la que ‘Felipe recorrió las filas, animando a los soldados, después de lo cual se retiró a una eminencia en medio del campamento a fin de verlo todo y dirigirlo’ [13]. Ese verano Felipe V estuvo hiperactivo y desinhibido.

El 14 de febrero de 1714 murió María Luisa de Saboya. Con ella tuvo cuatro hijos: Luis (1707-1724), Felipe (1709, muerte neonatal), Felipe Pedro Gabriel (1712-1719) y el futuro Fernando VI (1713-1759).

Contrajo segundas nupcias con Isabel de Farnesio a finales de 1714, que era dominante, ‘enérgica y de grandes aptitudes’, y que desempeñó un importante papel sobre el rey y la política española.

En el verano de 1717 sufrió un nuevo episodio depresivo. El estado era fluctuante: unos días estaba normal y otros estaba apático por completo. Su sueño y su conducta alimentaria estaban alterados. Se sentía sin energía, inútil e incapaz de concentrarse o de sentir placer. Tenía pensamientos suicidas. Desde octubre adelgazó y sufría lapsus de memoria. Permanecía encerrado en su dormitorio y no quería compañía. Algunas veces pasaba en completo silencio todo un día, sin hablar ni siquiera con la reina. Se negaba a cambiarse de ropa. Una noche pensó que moría, llamó a su confesor y redactó testamento. Felipe creía que el sol le asestaba un golpe en el hombro y le penetraba hasta sus órganos internos. Desde 1718 tuvo comportamientos bulímicos: comía constantemente y apenas retenía los alimentos. En abril de 1719, el País Vasco fue invadido por Francia y el rey Felipe marchó al frente del ejército español. Parece que presentó entonces ciertas ideas megalomaníacas: mandó que se imprimieran folletos en francés, invitando a los invasores a desertar, pues él era el legítimo rey de Francia. Tras una nueva recaída depresiva, se retiró a Madrid [13].

Entre 1717 y 1720 tomó dos decisiones: abdicar y construir el palacio de La Granja de San Ildefonso para tener un refugio lejos del mundo [13]. Ambas tienen un tinte depresivo.

Entre 1720 y 1724 aparentemente permaneció asintomático, pero el 10 de enero de 1724 el rey comunicó al Consejo de Castilla su abdicación. El texto es una prueba más de sus problemas afectivos: ‘Haviendo considerado de quatro años a esta parte con alguna particular reflexion y madurez las miserias de esta vida, por las enfermedades, guerras y turbulencias que Dios ha sido servido embiarme en los veinte y tres años de mi reynado [...] he deliberado apartarme absolutamente del gobierno [...] retirarme con la Reyna [...] para servir a Dios desembarazado de otros cuidados, pensar en la muerte y solicitar mi salvación’ [13].

Su hijo Luis reinó durante 7 meses y falleció de viruela el 31 de agosto de 1724. Felipe, tras muchas dudas y consultar incluso al Papa, volvió al trono.

En el verano de 1726 presentó una grave fase depresiva: ‘su cuerpo parecía paralizado. Se necesitaban tres personas para moverlo de la cama’. Había síntomas catatoniformes: estaba acostado durante horas, mirando fijamente al techo y moviendo los labios sin emitir sonido alguno. A finales de noviembre de 1726 llegó la noticia de que el rey de Francia estaba enfermo; parece que esto le hizo cambiar de fase: pasó a estar hiperactivo, a reclamar sus derechos al trono francés y, poco después, en febrero de 1727, a pesar de las escasas posibilidades de éxito, ordenó atacar Gibraltar. En mayo de 1727 viró de nuevo hacia lo depresivo, aunque estuvo ligeramente febril. Una vez más, se alteró el ciclo sueño-vigilia.

En junio de 1728 quiso abdicar de nuevo, lo que llevó a discusiones y peleas con la reina que se repetían diariamente. Padecía ‘terrores, fantasías y alucinaciones’: temía ser envenenado a través de una camisa y sólo se ponía las que Isabel hubiera llevado antes. Por la noche se mordía, gritaba o cantaba. Orinaba y defecaba en la cama. En julio creyó ser una rana y dijo estar muerto. Reapareció la ingesta compulsiva de alimentos. Este estado cedió en el otoño de 1728 [13].

En enero de 1729, el futuro Fernando VI se casó con la princesa de Portugal María Bárbara de Braganza. La boda se celebró en la frontera y allí se desplazaron la corte española y la portuguesa. Luego se trasladó a Andalucía y no regresó a Madrid hasta 1733.

En agosto de 1730, en Andalucía, cayó en una nueva fase depresiva, y desde septiembre pasaba casi todo el día acostado. Comía mucho, sufría problemas digestivos y decía que evacuaba sangre en vez de heces. Abandonó el aseo personal y las uñas de los pies le crecieron tanto que no podía andar. No se cambiaba de ropa. Se negaba a salir de palacio. Una vez más aparecieron graves distorsiones del ciclo circadiano. Este estado depresivo persistía en otoño de 1731 [13], y cambió a una fase maniforme en la primavera de 1732, en la que ordenó atacar Orán. Pasó a una fase depresiva a finales del verano. Se negaba a que le cambiasen las sábanas o la ropa y no permitía que le afeitasen, le cortasen las uñas, le peinasen o le cortasen el cabello. Decía que no podía hablar porque estaba muerto, lo que parece un delirio cotariforme. Aparecieron ideas de culpa: afirmaba no tener derecho a reinar. Este estado continuó hasta febrero de 1733 [13].

Entre 1733 y 1737 parece que el rey permaneció, si no asintomático, al menos en fases hipomaníacas o subdepresivas [13].

En agosto de 1737 estaba en fase depresiva. Fue entonces cuando llegó el cantante Farinelli. Su primer concierto para la familia real tuvo lugar una tarde de mediados de ese mes y, cuando Felipe escuchó su voz, ‘resucitó al rey, que salió de su depresión y empezó de nuevo a atender su trabajo habitual’. [13]. Desde entonces, su tratamiento preferido fueron las arias de ópera cantadas diariamente por aquel, y no dormía hasta oírlo cantar.

La evolución de la enfermedad en los últimos diez años de su vida no queda clara. Según Kamen [13], es posible que pasara por fases depresivas de mayor o menor importancia. Continuó reclamando diariamente los cantos de Farinelli. Persistía la distorsión del ritmo vigilia-sueño, y se acostaba a las siete de la mañana. Alonso Fernández opina que, a pesar de la intervención de Farinelli, el estado melancólico crónico no cambió, y que únicamente al final de cada concierto diario experimentaba una momentánea y efímera mejoría [14].

Falleció el 9 de julio de 1746 a los 62 años, de forma repentina, probablemente por un ictus [13].

Fernando VI


Contrariamente al caso de su padre, en quien se identifican de forma clara diferentes fases de su enfermedad, en Fernando sólo parece haber dos episodios claros: uno en 1743, con una duración de 13 meses, y el que precedió a su muerte [19].

Fernando VI nació el 23 de septiembre de 1713 en Madrid. Fue el cuarto hijo de Felipe V y María Luisa de Saboya, a quien no llegó a conocer, pues murió cuando él tenía 7 meses.

Isabel de Farnesio, la segunda mujer de Felipe V, discriminó a sus hijastros. Además, siguiendo la rígida etiqueta de la corte española, no había convivencia continuada de los reyes con sus hijos. Así, la crianza y la educación de Fernando estuvieron encomendadas a diferentes ayos y maestros. En esta ausencia de cariño materno se ha querido buscar una causa de su enfermedad [20]. A pesar de ser el cuarto hijo, la muerte de sus hermanos mayores le convirtió en heredero del trono.

Fue descrito como ‘melancólico’ [21] o ‘taciturno, indolente y voluble’ [20]. Desde su infancia fue aficionado a la caza, a pasear por el campo, a los toros, a los juegos de mesa y a la relojería [22-24].

Tras la muerte de su hermano Luis, dijo: ‘me moriré como mi hermano’ o ‘no llegaré a la edad de mi hermano’ [22]. El calado psicopatológico de estas palabras no está claro, pues apenas tenía 11 años entonces. Juró ante las Cortes como príncipe de Asturias en noviembre de 1724 [23].

En enero de 1728, ante un agravamiento de la enfermedad de su padre, fue llamado por la reina Isabel para que asistiese a los despachos de los secretarios de Estado y a los Consejos. Entonces ‘sacó genio e ingenio, dio chascos y gritos, y se mostró dispuesto a asumir tareas de consejo y gobierno’. Este estado de una cierta hiperactividad cedió el 25 de mayo de ese mismo año, al enfermar de viruela [22]. Tampoco es claro el significado psicopatológico de este comportamiento puesto que, con apenas 14 años, se le encomendaban tareas de gobierno de un gran reino.

Contrajo matrimonio con doña Bárbara de Braganza el 19 de enero de 1729. Pronto las desavenencias con su madrastra se hicieron patentes, y los príncipes quedaron, después del regreso del periplo de la corte por Andalucía a Madrid en 1733, en una especie de ‘arresto domiciliario’, condenados al aislamiento [22].

En 1743, cuando tenía 30 años, sufrió una grave depresión, que al parecer tuvo características psicóticas, con ideación delirante y graves trastornos de conducta [19].

En 1746, al morir su padre, fue proclamado rey de España. Tomó medidas contra su madrastra, a quien alejó de la corte. Los 14 años de su reinado estuvieron caracterizados por el equilibrio entre los ministros anglófilos y francófilos, y transcurrieron prácticamente en paz, lo que sirvió para la recuperación interna de España.

Es posible que en 1750 y en 1755 presentara episodios maníacos o hipomaníacos, pero no están claramente documentados, y es difícil categorizar una posible megalomanía de un monarca. Sin embargo, los gastos excesivos y la prodigalidad causaron alarma en la corte y en la reina [19].

El 27 de agosto de 1758, mientras estaban en Aranjuez, murió doña Bárbara de Braganza, a consecuencia posiblemente de un cáncer uterino [20]. Don Fernando se retiró al castillo de Villaviciosa de Odón, cercano a Madrid. Refiere Piquer que enfermó el 7 de septiembre de 1758: ‘se empezó la dolencia a manifestar con temores muy vivos, en que temía morirse o ahogarse o que le daría un accidente’. Abandonó el autocuidado, la higiene, las actividades de ocio y tiempo libre, y las tareas de gobierno. No dormía en cama, porque, aunque ‘dormía bien’, ‘siempre que despertaba eran los temores y las melancolías mayores que antes’. Comía irregularmente y no tomaba comida sólida. Deambulaba rápidamente por la habitación en la que estaba durante 10 o 12 horas al día [21].

Desde noviembre de 1758 fue atendido por el propio Piquer. ‘Padecía unos temores sumos, creyendo que a cada momento se moría [...] y estaba fijo y adherente a estas ideas tristes y melancólicas’; ‘a veces [...] se enfurecía con vehemencia [...] tenía aversión por las gentes’. Adelgazó mucho. Piquer afirma ‘Las ideas depravadas de cada día han sido más...’. Se mostró auto y heteroagresivo, y llegó a intentar ahorcarse. Empeoró notablemente en los meses de verano de 1759: ‘las ideas de mente ya no tenían objeto fijo, antes bien eran vagas, desordenadas e inconexas, de modo que por horas enteras hablaba [...] a veces ni una proposición bien formada; y no sólo erraba ya en los juicios, sino también alguna vez en las operaciones del sentido común, o equivocando los sujetos o el lugar de su habitación’. Desde el día 6 de agosto presentó convulsiones. Falleció a las cuatro y cuarto de la mañana del 10 de agosto de 1759 [19]. 

Carlos III


Fernando VI, muerto sin descendencia, fue sucedido por su hermanastro Carlos III, nacido en Madrid el 20 de enero de 1716.

Su madre había reclamado para él los ducados de Parma y Plasencia, y con sólo 15 años, en 1731, marchó a Italia para hacerse cargo de estas posesiones. Poco tiempo después (1736), en la Guerra de Sucesión de Polonia, España conquistó Nápoles y Sicilia. El tratado de Utrecht impedía que España y Nápoles tuvieran el mismo rey, por lo que Carlos pasó al trono del llamado Reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia) con el nombre de Carlos VII.

Contrajo matrimonio a los 22 años con María Amalia de Sajonia, en 1738 [25]. En 1759, al fallecer Fernando VI, volvió a España para reinar con el nombre de Carlos III. Enviudó apenas dos años más tarde [26].

Se dispone de un testimonio de primera mano acerca de ‘las calidades y vida interior del rey Carlos’ [27]. En esta biografía no se hallan eventos fásicos ni episódicos. Podrían entreverse rasgos anancásticos, pues se describía a Carlos como sencillo, sumamente rutinario, que comía y bebía siempre lo mismo, a quien resultaba difícil el desechar ropa o sombreros viejos, y tan limpio que ‘no podía sufrir una mancha’. Era firme, testarudo y tenaz. Su obsesión por la caza era tal que no la dejó ni el día en que murió su hijo Francisco Javier. No parece que presentara verdaderos rituales o compulsiones. El 23 de noviembre de 1788 murió su hijo favorito, Gabriel, de viruela. Este hecho le causó honda impresión, y manifestó: ‘Murió Gabriel, poco puedo yo vivir’ [28]. Falleció tres semanas después, el 14 de diciembre de 1788. Fue sucedido por su hijo Carlos IV.

Estudio psicobiográfico


Felipe V presentó no menos de siete fases depresivas [14], alguna de ellas con síntomas psicóticos claros (se creía muerto o una rana), que se alternaban con fases de exaltación anímica, posiblemente también con características psicóticas. Aplicando tanto los criterios del DSM-5 [15] como de la CIE-11 [16], podría ser diagnosticado de trastorno bipolar.

Fernando VI sufrió al menos dos episodios depresivos graves, alternados con otros de exaltación anímica. Con el DSM-5 [15] o con la CIE-11 [16], también se le diagnosticaría trastorno bipolar.

Según el DSM-5 [15] (Tabla), Carlos III cumpliría de forma clara los criterios 5 y 8 del trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva, y es más discutible si cumpliría el criterio 1. Se exige que cumpla cuatro o más de ellos, por lo que serían más rasgos de personalidad que un verdadero trastorno. Según la CIE-11, podría ser diagnosticado de trastorno de la personalidad leve (6D10.0) con características anancásticas (6D11.4). Los individuos con estos rasgos tienen un enfoque rígido y estrecho en el estándar de perfección y de lo correcto e incorrecto, así como en el control del comportamiento de uno mismo y de los demás, y de las situaciones para garantizar la conformidad con estos estándares. Algunas manifestaciones comunes, aunque no tengan por qué presentarse necesariamente todas en un individuo en un momento dado, incluyen el perfeccionismo (por ejemplo, la preocupación por las reglas sociales, las obligaciones y las normas de lo correcto y lo incorrecto, la atención escrupulosa al detalle, las rutinas diarias rígidas y sistemáticas, la programación y la planificación excesivas, el énfasis en la organización, el orden y la pulcritud) y la limitación emocional y del comportamiento (por ejemplo, control rígido de la expresión emocional, obstinación e inflexibilidad, evitación del riesgo, perseverancia y deliberación) [16].

 

Tabla. Criterios del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición (DSM-5) del trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva 301.4 (F60.5).

Patrón dominante de preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la franqueza y la eficiencia, que comienza en las primeras etapas de la vida adulta y está presente en diversos contextos, y que se manifiesta por cuatro (o más) de los siguientes hechos:

1. Se preocupa por los detalles, las normas, las listas, el orden, la organización o los programas, hasta el punto de que descuida el objetivo principal de la actividad

2. Muestra un perfeccionismo que interfiere con la terminación de las tareas (por ejemplo, es incapaz de completar un proyecto, porque no se cumplen sus propios estándares demasiado estrictos)

3. Muestra una dedicación excesiva al trabajo y la productividad, que excluye las actividades de ocio y los amigos (que no se explica por una necesidad económica manifiesta)

4. Es demasiado consciente, escrupuloso e inflexible en materia de moralidad, ética o valores (que no se explica por una identificación cultural o religiosa)

5. Es incapaz de deshacerse de objetos deteriorados o inútiles que no tengan un valor sentimental

6. Está poco dispuesto a delegar tareas o trabajo a menos que los demás se sometan exactamente a su manera de hacer las cosas

7. Es avaro hacia sí mismo y hacia los demás; considera el dinero como algo que se ha de acumular para catástrofes futuras

8. Muestra rigidez y obstinación

 

Estudio de consanguinidad


Según el programa PedPro [17], el coeficiente de consanguinidad (K) de Felipe V fue de 0,091109; el de Fernando VI, de 0,095023, y el de Carlos III, de 0,038264. En la figura se aprecia que el árbol genealógico de Fernando presenta más entrecruzamientos que el de Carlos, lo que refleja una mayor endogamia.

 

Figura. Árbol genealógico de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. La parte izquierda (correspondiente a Fernando VI) presenta más entrecruzamientos, lo que supone mayor endogamia, que la derecha, correspondiente a Carlos III.






 

Discusión


Siguiendo el DSM-5 [15], es difícil determinar retrospectivamente en la patobiografía si los episodios de elevación del estado anímico corresponderían a manía o a hipomanía, dado que el criterio diferencial es el C, que, en el caso de la manía, afirma que la alteración del estado del ánimo es suficientemente grave para causar un deterioro importante en el funcionamiento social o laboral para necesitar hospitalización con el fin de evitar daño a sí mismo o a otros, o porque existan características psicóticas. El único criterio argumentable sería este último, pero si bien aparecieron de forma clara síntomas delirantes o alucinatorios en las fases depresivas, no aparecen bien reflejados en las fases maníacas. Sin embargo, atendiendo a la CIE-11 [16], el diagnóstico sería más claro, pues se dice que ‘Un episodio maníaco es un estado de ánimo extremo de una duración de al menos una semana…, caracterizado por euforia, irritabilidad o expansividad y aumento de la actividad o la experiencia subjetiva de aumento de energía, acompañado por otros síntomas característicos, como discurso rápido o sensación de presión interna por hablar más, fuga de ideas, aumento de autoestima o grandiosidad, necesidad disminuida de sueño, comportamiento impulsivo o imprudente, y cambios rápidos de estado de ánimo’. Así, el diagnóstico de Felipe V sería el de trastorno bipolar de tipo I.

Existe un cierto debate acerca de la enfermedad de Fernando VI, pues si bien la edad de inicio y el curso sugieren que se podía tratar de un trastorno bipolar [19], recientemente se ha propuesto que, además, podría haber sufrido una demencia rápidamente progresiva [29], una encefalitis límbica [30] o incluso una violenta reacción de duelo agravada por los ‘remedios’ que le fueron aplicados [20]. Independientemente del proceso último que le llevara a la muerte, parece claro que su diagnóstico ‘vital’ correspondería a un trastorno bipolar.

El posible trastorno de personalidad de Carlos III, en caso de existir, habría sido leve y no habría interferido en su vida ni en la de las personas que le rodeaban.

Así pues, se presenta un padre con dos hijos de diferente madre. Los que sufrieron una enfermedad mental más grave (Felipe V y Fernando VI) tendrían un elevado K (> 0,09), mientras que en Carlos III era más bajo (0,0382). Cabe recordar que el K de los hijos de primos hermanos es de 0,0625.

Se ha descrito que en el trastorno bipolar existirían factores genéticos que aumentarían la susceptibilidad para sufrirlo, como polimorfismos en ciertos genes, además de que existe una fuerte evidencia a favor de que correspondería a una herencia poligenética, mediada por muchos alelos de bajo riesgo [31]. En los tres sujetos estudiados, y sobre todo en Felipe V y Fernando VI, la alta consanguinidad habría acumulado estos alelos de riesgo, facilitando la aparición de la enfermedad.

Estos alelos de riesgo también estarían relacionados con la enfermedad mental (posiblemente depresión melancólica) en tres nietas de Felipe V: la reina María de Portugal y sus hermanas Mariana y Dorotea [32].

Este trabajo podría estar limitado por el hecho de que el diagnóstico se realizó a través de fuentes históricas y no del examen de los individuos. Otra limitación es que se refiere sólo a tres sujetos, lo que se compensaría por la gran base de datos a través de la cual se han obtenido los K (más de 25.000 personas).


En conclusión, Felipe V y su hijo Fernando VI estuvieron afectos de un trastorno bipolar. El estudio de los árboles genéticos es una valiosa herramienta para el estudio de la heredabilidad de ciertas enfermedades, como el trastorno bipolar o la esquizofrenia. En ellas, la acumulación de alelos patógenos mediada por la endogamia aumenta el riesgo de sufrirlas. En Felipe V y Fernando VI, la alta consanguinidad habría sido un importante factor etiopatógeno de la enfermedad que sufrieron. Por tanto, una elevada consanguinidad supone un factor de riesgo de sufrir trastorno bipolar.

 

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Inbreeding and serious mental illness in the first Spanish Bourbons

Introduction. There is an argument about inbreeding as a risk factor in the development of major mental illnesses like bipolar disorder or schizophrenia. The genealogical trees of European royal dynasties represent an opportunity to study this relationship. Felipe V was the first Bourbon king to rule in Spain, who was thought to have possibly suffered a severe mental disorder. Felipe’s son Fernando VI, also had a mental disease. Nevertheless Carlos III, Felipe V’s son born from a different, unrelated mother, apparently showed no trace of such disorder. We hypothesize that consanguinity or inbreeding could explain the tendency in the acquiring of severe mental disorders.

Subjects and methods. Biographies of three Spanish Bourbon kings (Felipe V, Fernando VI and Carlos III) were analysed in order to evaluate if they were likely to have suffered from some mental disorder, according to DSM-5 and ICD-11 criteria. An inbreeding coefficient was determined with the PedPro Program.

Results. Felipe V and Fernando VI could have been diagnosed with bipolar disorder, whereas Carlos III could have been diagnosed with a mild personality disorder. Both Felipe V and Fernando VI had a high inbreeding coefficient (0.091109 and 0.095023, respectively), while Carlos III had a lower one (0.038264). The inbreeding coefficient of siblings of couples of first grade cousins is 0.0625.

Conclusions. A high inbreeding coefficient is a risk factor in developing bipolar disorder. Felipe V and Fernando VI suffered from bipolar disorder. The analysis of genetic trees by the inbreeding coefficient is a valuable tool in the study of heredability of bipolar disorder. Endogamy accumulates pathogenic alleles and increases risk to suffer it. These kings had a high consanguinity which was an important risk factor to the illness. High consanguinity is a risk factor to suffer bipolar disorder.

Key words. Bipolar disorder. Bourbon dynasty. Consanguinity. History. Inbreeding coefficient. Severe mental disorder.

 

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